jueves, 29 de julio de 2010

LA CULTURA MATRISTICA




Los seres humanos dependemos del amor y nos enfermamos cuando este nos es negado en cualquier momento de la vida.
No hay duda de que la agresión, el odio, la confrontación y la competencia también se dan en el ámbito humano, pero no pueden haber dado origen a lo humano porque son emociones que separan y no dejan espacio de coexistencia para que surjan las coordinaciones de coordinaciones de acciones que constituyen al lenguaje.
La agresión, la competencia, la lucha, el control, la dominación, una vez establecido el lenguaje
se pueden cultivar, y de hecho se cultivan en la cultura patriarcal, pero cuando pasan a
conservarse como parte constitutiva del modo de vivir de una cultura, los seres humanos que la
componen se enferman, se oscurece su intelecto en la continua auto-negación y perdida de dignidad
de la mentira y el engaño, o, en el mejor de los casos, las comunidades humanas que la componen
se fragmentan en enclaves sociales pequeños en continua lucha unos con los otros.
Debido a su origen, la historia de la humanidad antes del patriarcado no es una historia centrada
en la competencia, la lucha o la agresión, sino que en la solidaridad en la que la competencia,
la lucha o la agresión, eran solo episodios del convivir, no un modo de vida. Este libro trata en
su primera parte precisamente de los últimos momentos de esa historia en Europa en la zona del
Danubio, entre siete y cuatro mil años antes de Cristo, más o menos. Allí el pre-patriarcado es
agricultor, los poblados no tienen fortificaciones, no hay señales de guerra, los lugares de
culto albergan figuras femeninas, no hay diferencia entre las tumbas de hombres y mujeres, y
no hay signos que permitan hablar de diferencias jerárquicas ente hombres y hombres, o ente
mujeres y mujeres, o entre mujeres y hombres. Se trata de un mundo de convivencia que aparece centrado en lo estético y la armonía con el mundo animal y vegetal. Y de hecho, es un mundo muy parecido a aquello que podemos imaginar fue el mundo cretense matrístico premicénico, según lo revelan las pinturas murales cretenses. Pero, ¿cómo fue vivir ese mundo? ¿Cuál pudo haber sido la red de conversaciones que constituyó a ese mundo en el que no se luchaba contra la naturaleza sino que se vivía con ella? ¿Cuál pudo haber sido la red de conversaciones en la que la colaboración no surgía de la obediencia ni del sometimiento a la autoridad o control de otro, sino del placer de participar en una empresa común?


Extracto del prólogo escrito por Humberto Maturana para el libro "El Caliz y La Espada" de Riane Eisler.
http://www.gilania.cl/maturana.htm